domingo, 2 de septiembre de 2012

La humildad en los errores.

Cursaba 3º de EGB cuando tuve el primer encontronazo de mi vida con un profesor, aunque no el último. El origen del conflicto fue mi nombre, y duró 4 meses.

Me llamo Raúl. Con acento en la "u", para destruir el diptongo, como se decía cuando las normas ortográficas no habían sido descuartizadas por los mensajes de texto. Pues bien, mi profesora de 3º de EGB no estaba de acuerdo. Ella decía que no se acentuaba.

Mi visión de los profesores que lo sabían todo y de todo, se esfumó rápidamente. Y empezó la guerra: a partir de entonces empecé a poner mi nombre con acento en la "u", pero con bolígrafo rojo. Para que quedara claro mi postura.

Al cabo de unos 4 meses de batalla sangrienta (lo digo por el bolígrafo de tinta roja, no por otra cosa), la profesora me dijo que la esperara a la salida, después de clase. Pensaba íbamos a llegar a los puños por mi empecinamiento con el tema del acento. Pero no. Lo que me dijo fue que se había equivocado y que yo tenía razón.

Mi sensación no fue de triunfo, de haber vencido a la profesora. Sino de admiración. Y es que admitir los errores nunca es síntoma de debilidad, sino de fortaleza.

Saludos,
Raúl.

2 comentarios:

  1. me encanta!! además me lo apunto como profesora que soy. cuando empecé a trabajar tenía la sensación de tener que saberlo todo y eso me producía una sensación de agobio que no molaba nada. un diez para tu profe y para tu boli!!

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    1. Alguien me dijo una vez (no recuerdo quién, así que si lee esto, por favor, que se identifique), que lo importante no era saberlo todo, sino saber dónde buscarlo, y que por esa razón había que leer mucho.

      Gracias por tu comentario Dhorka.
      Saludos,
      Raúl.

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