domingo, 30 de octubre de 2011

La serpiente y la rana.

La verdad es que ésta no es una anécdota que me haya ocurrido, sino que es una historia que contó una participante en uno de los cursos de motivación que imparto. Estábamos hablando de la importancia de saber qué conductas estamos motivando, consciente o inconscientemente en las personas que nos rodean.

En esas estábamos cuando Nuria contó la historia de la serpiente y la rana. Más o menos es como sigue.

Un hombre estaba paseando por la orilla de un río, cuando vió una serpiente que tenía apresada en la boca una pobre rana. El hombre apiadándose de la ranita, con un palo se la quitó de la boca. La serpiente trató de atacarle, y el hombre, al verse en peligro, le tiró para entretenerla, lo que tenía más a mano en ese momento: su petaca llena de bourbon. Después, salió corriendo.

Al día siguiente, paseando el mismo hombre, por la orilla del mismo río, salió a su encuentro la misma serpiente, pero esta vez no tenía en la boca una rana, sino dos.


Saludos,
Raúl.
P.D: gracias Nuria por la historia.

martes, 25 de octubre de 2011

¿Cuál es el problema?

Recuerdo uno de los primeros casos que tuve cuando trabajaba en la Psicología Clínica, hace de esto ya muchos años...

En la primera entrevista, los padres de la criatura (un chaval de unos 16 años) me contaron escandalizados que su hijo les había robado doscientas mil pesetas (al cambio unos 1.200 euros, más o menos), pero a mí lo que me sorprendió fue el por qué y el para qué del robo.

El propio chico me explicó el asunto en la primera entrevista que tuve con él. Resulta que uno de los hobbies de sus amigos era jugar a juegos de ordenador. Se intercambiaban los juegos y los comentaban de forma entusiasta durante el recreo y en otros momentos. Él no podía unirse a las conversaciones porque no podía jugar, el ordenador que su familia tenía era demasiado antiguo como para soportar los requerimientos de los juegos de sus amigos. Así que se le ocurrió la idea de pedir un ordenador a sus padres, a lo cual sus padres se negaron, porque no querían que su hijo malgastara el tiempo jugado al ordenador.

Por lo que elaboró un plan inteligente: compraría un ordenador nuevo, última generación, vaciaría la torre del antiguo ordenador y metería el nuevo en la torre del antiguo. Brillante. Sus padres no se darían cuenta, ya que no dominaban el mundo informático, y externamente el ordenador sería el mismo. Dicho y hecho. Lo malo es que fue descubierto, y todo por un pequeño detalle del que no se percató en un principio. Sus padres se dieron cuenta de que les faltaban doscientas mil pesetas (al cambio unos 1.200 euros).

Recuerdo que enfoqué el asunto desde la perspectiva de "solución de problemas". Él definía el problema centrándolo en la imposibilidad de jugar a los juegos de ordenador que jugaban sus amigos. Viendo que de esa forma, pocas posibilidades teníamos para solucionarlo, amplié el problema y lo definimos desde la perspectiva de qué hacer con nuestro tiempo libre. Gracias a este nuevo enfoque, me contó, por ejemplo, que antes jugaba al baloncesto, y que le seguía gustando, pero que lo había dejado. Hicimos una lista de posibles actividades para realizar cuando tuviera algo de tiempo libre, y empezó a ampliar sus hobbies. El "mono" de jugar al ordenador lo quitamos yendo a casa de los amigos a jugar con ellos.

Siempre me acuerdo de este caso cuando imparto cursos de "Resolución de Problemas", sigo pensando que una buena definición del problema es un 80% de la solución a éste. Y ampliar el problema, es una buena estrategia cuando tenemos pocas soluciones, o las que tenemos no son posibles.

Saludos,
Raúl.

jueves, 20 de octubre de 2011

La idea de mejora.

Estaba estudiando tercero de Psicología, cuando decidí que era un buen momento para ponerme a trabajar. En mi mente había dos objetivos fundamentales: ganarme un dinero para mis cosas, y llenar algo las horas del día, (ya que estudiaba en la UNED y no tenía que ir a clase).

Así que comencé a trabajar en un supermercado. Desempeñaba dos puestos con un solo salario: cajero y reponedor. Era todo un ejemplo de polivalencia. Un día se anunció una campaña de recogida de ideas de mejora, colocaron una urna en las oficinas, y el jefe nos alentó a todos los que trabajábamos en la tienda a participar en aquella recogida de ideas. Nos animó efusivamente a tener iniciativa y a ser creativos. Yo era joven e inexperto, así que me lo tomé muy en serio.

Todos los días estaba muy atento a todo lo que me rodeaba, prestando atención con los ojos bien abiertos, y con las orejas orientadas a todo lo que ocurria a mi alrededor. Y por fin, un día, casi sin darme cuenta, ocurrió aquello que estaba esperando. El resorte que impulsó mi creatividad.

Observé que en ocasiones, las personas que pasaban por caja, descubrían que algunos artículos que habían adquirido pensando que estaban en oferta, ya no lo estaban. La realidad era que lo habían estado, precisamente justo hasta el día anterior. Y a raíz de este hecho, surgió mi idea. Simple pero hermosa (como todas las ideas simples y hermosas). Y que cambiaría el negocio de la distribución, como nunca antes nada lo había hecho, o eso pensé yo...

Inmediatamente fui a hablar con la segunda persona al mando: María José. Y le expuse mi idea. Se trataba de lo siguiente: el último día de la oferta se colocaría un pequeño cartel, al lado de la etiqueta de la oferta, en el que se pudiera leer algo como: "Último día de la oferta". Ese cartel se retiraría al finalizar el día. De esa forma, se conseguía lo siguiente:
  • Minimizar el número de personas que equivocadamente compraban el producto al día siguiente de terminar la oferta pensando que aún lo estaba.
  • Motivar la compra de esos productos el último día de oferta.
  • Minimizar el número de quejas y reducir el malestar de los clientes que tenían que descambiar el producto o llevárselo a un precio mayor del que esperaban.
  • Etc.

Recuerdo que María José me miró de arriba a abajo muy lentamente, después arqueó la ceja derecha, clavó su mirada en mis ojos y me dijo, como con desgana sabioncilla: "Pero Raúl... las ideas que se te ocurran, que sean para trabajar menos, no para hacernos trabajar más, colocando cartelitos que después tengamos que quitar".

He de reconocer que nunca más volví a plantear una idea de mejora en ese trabajo. Y aún sigo pensando que la idea que tuve, era una gran idea.

Saludos,
Raúl.