domingo, 25 de noviembre de 2012

Las excepciones que se convierten en exigencias por los demás.

Recuerdo que en mi primer trabajo por cuenta ajena, mi jefe acostumbró a llamarme por teléfono al despacho todos los días a las 15:15. He de reconocer que algo de culpa de tan extraño hábito tuve yo.

Coincidió el desarrollo de su costumbre con una etapa de mucho trabajo para mí, por lo que me quedaba a comer en el despacho. Así que cada vez que me llamaba a las 15:15, yo estaba comiéndome uno de esos deliciosos sandwiches de máquina (lo de delicioso, como se puede presuponer es un decir), y cogía el teléfono. Si no me hubiera quedado a comer, nunca le hubiera cogido el teléfono a las 15:15.



Pero lo curioso sucedió cuando después de varias protestas estomacales producidas por los "deliciosos" sandwiches y los "estupendos" cafés de máquina, decidí un día irme a mi casa a comer. Al volver al despacho en el horario de tarde (que empezaba a las 16:00), mi jefe me llamó contrariado. La razón de su molestia era que me había llamado a las 15:15 y no estaba en el despacho. A lo que respondí que me había ido a comer a casa.

Moraleja: lo que para nosotros pueden ser excepciones en nuestra forma de actuar, si persistimos lo suficiente, lo que para nosotros seguirá siendo una excepción para otros será "normal". Y pasará a ser exigido como la manera adecuada de actuar.

Saludos,
Raúl.

domingo, 4 de noviembre de 2012

La primera vez que me robaron.

Rondaba yo los 13 años cuando me robaron por primera vez. Recuerdo que eran alrededor de las 8 de la tarde, era de noche ya que estábamos en pleno invierno, y salía del entrenamiento de balonmano que tenía después de las clases de la tarde.

Cruzando un jardín cercano a mi casa, me pararon tres chicos bastante más mayores que yo.
– ¿Qué llevas en la bolsa? –me preguntaron.
Les contesté que llevaba la ropa (ya que llevaba puesta la ropa de deporte), los zapatos, los libros de clase...
– Dánoslo todo –me dijeron. Traté de negarme, pero uno de ellos me agarró la bolsa y tiraba de ella, al final tras algunos forcejeos se la entregué.
– Y ahora danos también las zapatillas de deporte que llevas puestas.
Me quejé, pero como anteriormente no sirvió de nada, también se las di.

Ellos cogieron todo y desaparecieron en la oscuridad. Yo me quedé en un banco del parque, a oscuras, descalzo, llorando... No sabía qué hacer, no quería presentarme en casa así.

Al cabo de un varios minutos, no sé cuántos exactamente pero a mí me parecieron una eternidad, los chicos volvieron.
– ¿Qué haces aquí llorando? –me preguntó uno de ellos.
– Me habéis quitado todo y no me puedo ir así a casa...
– Toma –me dijo alargando el brazo y mostrándome la bolsa de deporte. Me devolvieron todo lo que me habían quitado y se fueron.

Yo me sequé las lágrimas, me puse los playeros, me eché la bolsa a la espalda y me fui a casa.



Hace unos días recordé esta situación por casualidad, y me decidí a escribirla. Me costó un gran esfuerzo, ya que es una situación dura, y revivirla no me resultó agradable, sinceramente. Pero además, cuando llegué a la parte donde suelo escribir lo que aprendo de cada anécdota que cuento... me quedé en blanco. Y me propuse como reto personal sacar algo bueno de esta situación, y hoy ya puedo terminar este post.

Pues bien, aunque fue una situación dura, creo que aprendí dos cosas:

  1. En el mundo hay personas malas. La mayoría de personas que conozco son "personas humanas", como me gusta llamarlas a pesar de que les extrañe, pero también existen "personas inhumanas", es evidente.
  2. La vida te puede cambiar de manera inesperada en un segundo. Y aunque el robo de una bolsa de deporte y unas zapatillas, puesto en perspectiva, no tengan mucha relevancia, me hacen pensar en las veces que sin esperarlo puede ocurrirte algo que te cambie la vida totalmente, tanto para bien como para mal. La conclusión es la misma: aprovéchala de manera coherente con tus valores, creencias e ideales.
Es cierto que en ocasiones resulta difícil sacar cosas positivas de situaciones desagradables y negativas, pero estoy convencido de que aprendemos de absolutamente todo lo que nos pasa en la vida, también de lo malo.

Saludos,
Raúl.

domingo, 28 de octubre de 2012

Gracias porque puedo dormir de lado.

Los seres humanos no aprendemos. Sólo valoramos lo que tenemos cuando lo perdemos. Así es y así será siempre. Y es que hay tantas cosas que tenemos ahora y que no valoramos, simplemente porque estamos habituados a ellas...

Hace 2 años me lesioné jugando al baloncesto.
  • Diagnóstico: esguince de tercer grado en el tobillo derecho.
  • Consecuencias: muchas más de las que fui consciente en un primer momento.
Estuve escayolado tres semanas, y no pude hacer vida "normal" hasta después de 1 mes. No podía conducir, no podía andar, no podía dormir "a pierna suelta", no podía trabajar, no podía hacer deporte, no podía rascarme la pierna, no podía...

Mi pobre tobillo escayolado.

Cosas que antes podía hacer y no las daba ninguna importancia, ahora no las podía hacer. Y envidiaba a todas aquellas personas que eran capaces de rascarse la pierna. Y es que es cierto que sólo valoramos lo que tenemos cuando lo perdemos. Y cómo duele perderlas cuando estás acostumbrado a ellas.

Así que ahora, doy gracias simplemente porque puedo dormir de lado, un placer del que estuve privado un mes y no valoré lo suficiente antes de lesionarme.

Saludos,
Raúl.

domingo, 21 de octubre de 2012

El lenguaje no verbal y el rostro.

Dicen que la cara es el espejo del alma. Es posible. Lo que es seguro es que en el rostro tenemos el mayor número de músculos por decímetro cuadrado de todo el cuerpo. Esto nos permite adoptar un sinfín de muecas y caras que transmiten diferentes emociones al resto de las personas.

Hace un par de semanas, estando alojado por cuestiones de trabajo en un hotel, me surgieron dos pequeños problemas:

  1.  La conexión wifi en la habitación no era buena, y era incapaz de configurar la conexión por ethernet.
  2. Tenía que salir a la mañana siguiente a las 6:30 de la mañana del hotel y los desayunos los servían a partir de las 7:00. Y un café sí me quería tomar.
Pues bien, me acerqué a la recepción y le dije a la señorita que estaba en esos momentos allí:
– Hola, tengo dos pequeños problemas...

Normalmente, ese comentario suele ser respondido con un gesto absolutamente inexpresivo y con la frase: "Dígame qué le ocurre", o "En qué puedo ayudarle", o algo parecido.

Pero cuando hice el comentario delante de la recepcionista, su rostro fue una cascada de expresividad emocional que trataré aquí de forma resumida:

  • Primero sus cejas se levantaron y su boca se abrió, transmitiendo gran sorpresa por lo que le estaba diciendo. Como diciendo: "no puede ser que un cliente de este hotel tenga problemas".
  • Después, sus cejas se arquearon, y las comisuras de sus labios tendieron levemente hacia abajo, con un gesto de tristeza casi imperceptible. Como diciendo: "pobrecito, lo estará pasando mal..."
  • Casi seguidamente, su cabeza se irguió, apretó la boca, y frunció el ceño con la absoluta disposición de atenderme en mis problemas y solucionármelos. Como diciendo: "aquí estoy yo y mi determinación para solventar cualquier situación que esté sufriendo".
  • Por último, se acercó al mostrador con los ojos muy abiertos y la boca cerrada, mostrando una atención absoluta a lo que tuviera que decir. Como diciendo: "dígame, estoy dispuesta a escuchar con atención todo lo que tenga que decir".

Todo esto ocurrió en más o menos medio segundo, y no fue algo premeditado, sino que surgió espontáneamente en el rostro de la chica. A mí me hizo sonreír, me encantan las personas que son espontáneas, mucho más que las milimétricamente frías y calculadoras.

Después de ese medio segundo estaba convencido de que resolvería mis dos pequeños problemas, aunque todavía no hubiera dicho ni una sola palabra. Es lo que tiene el lenguaje no verbal...

Saludos,
Raúl.

Un año.

Ayer se cumplió un año desde que empecé este blog. Y lo considero un éxito. Sí, efectivamente, no he escrito todo lo que me hubiera gustado, pero sigue aquí, y sigo escribiendo en él.

Sin prisa, pero sin pausa.

Espero poder escribir un post titulado "Dos años" dentro de 12 meses. Se me vienen encima varios proyectos que tengo que sacar adelante sí o sí. Pero espero todos los meses, sacar unos minutos para escribir una anécdota nueva que no quiero olvidar.

Gracias a todos los que me habéis leído hasta ahora, y sobre todo, a los que habéis comentado.

Saludos,
Raúl.


domingo, 30 de septiembre de 2012

Una gran lección sobre motivación.

Mi padre tenía un perro. Se llamaba Picasso. Era un pastor alemán. Picasso nos enseñó una gran lección sobre motivación, que explico a continuación:

Más o menos un mes después de "adoptar" a Picasso, mi padre al ver que el perro no le hacía ni caso cuando le daba órdenes, fue a pedir consejo al pastor del pueblo. El pastor le aconsejó: "Hazte con una vara de avellano de medio brazo de largo, y cada vez que no te haga caso, le das con ella".

Mi padre, no muy convencido, empezó a utilizar el "método del pastor" con Picasso. Y le resultó. Al cabo de no muchos días, Picasso le obedecía. Le decía: "ven", y Picasso iba. Le decía: "vete", y Picasso se marchaba.
Picasso
Picasso
Un día estando en casa de mi padre, le pregunté qué tal iba la educación de Picasso, y mi padre me confesó que había dejado de utilizar el "método del pastor". Al preguntarle porqué, mi padre me contestó: "Me obedecía porque me tenía miedo".

La motivación negativa (el comportamiento causado por tratar de evitar castigos o amenazas), es eficaz, pero tiene lamentables consecuencias, que inciden directamente en las emociones que se generan en aquellos que la sufren. Esas emociones negativas varían en cada persona, y abarcan desde la depresión, pasando por la angustia, hasta el odio y el rencor hacia la persona responsable de esos castigos o amenazas.

La motivación negativa es necesaria, pero tiene que estar equilibrada sabiamente con la motivación positiva (el comportamiento causado por la obtención de recompensas o premios). Y es tan tan difícil saber equilibrar ambas, que en numerosas ocasiones es preferible utilizar únicamente la motivación positiva.

Saludos,
Raúl.

domingo, 16 de septiembre de 2012

El penalti peor tirado de mi vida.

De jovencito jugaba al balonmano. Sí, lo sé, no es un deporte de grandes masas como el fútbol. Ni un deporte de pequeñas masas como el baloncesto. Simplemente es balonmano. Y me gusta.



Recuerdo un partido en el que terminamos el tiempo reglamentario empatados. Pero con la suerte de que en el último segundo, el árbitro pitó un penalti a nuestro favor. Yo era el encargado de tirar los penaltis del equipo, así que allí me dirigí: al punto de penalti.

He de reconocer que me temblaban las piernas, nunca me había puesto nervioso en un penalti. Pero ése era diferente. Lo tiré fatal. El penalti que peor he tirado de mi vida. Lo tiré sin pensar. Fuerte. Con los ojos cerrados porque no lo quería ni ver.

Metí el penalti y ganamos el partido. Yo me alegré, evidentemente. Pero tenía un sabor agridulce. Después me di cuenta de que nunca me había preparado para un penalti así, aunque había tirado muchos penaltis antes que ése.

Y es que la preparación es la clave del éxito, si no te preparas para lo que pueda venir, un día te pillará de improviso. Y entonces, quizá tengas suerte y metas el penalti. O quizás no.

Saludos,
Raúl.

domingo, 2 de septiembre de 2012

La humildad en los errores.

Cursaba 3º de EGB cuando tuve el primer encontronazo de mi vida con un profesor, aunque no el último. El origen del conflicto fue mi nombre, y duró 4 meses.

Me llamo Raúl. Con acento en la "u", para destruir el diptongo, como se decía cuando las normas ortográficas no habían sido descuartizadas por los mensajes de texto. Pues bien, mi profesora de 3º de EGB no estaba de acuerdo. Ella decía que no se acentuaba.

Mi visión de los profesores que lo sabían todo y de todo, se esfumó rápidamente. Y empezó la guerra: a partir de entonces empecé a poner mi nombre con acento en la "u", pero con bolígrafo rojo. Para que quedara claro mi postura.

Al cabo de unos 4 meses de batalla sangrienta (lo digo por el bolígrafo de tinta roja, no por otra cosa), la profesora me dijo que la esperara a la salida, después de clase. Pensaba íbamos a llegar a los puños por mi empecinamiento con el tema del acento. Pero no. Lo que me dijo fue que se había equivocado y que yo tenía razón.

Mi sensación no fue de triunfo, de haber vencido a la profesora. Sino de admiración. Y es que admitir los errores nunca es síntoma de debilidad, sino de fortaleza.

Saludos,
Raúl.

lunes, 16 de julio de 2012

La imagen de los psicólogos.

Hola, me llamo Raúl, y soy psicólogo. Y a mucha honra. Pero ¿cuál es la imagen que tenemos los psicólogos en la sociedad? . Hoy he escuchado una discusión que me ha hecho pensar sobre esto.

Discutían una mujer y un hombre por un aparcamiento en plena calle. Yo pasaba en el coche, paré en un semáforo y escuché que el hombre decía: "yo no le he insultado", y entonces replicaba la mujer: "sí lo ha hecho, me ha dicho que tendría que ir al psicólogo".

Deduzco que lo que interpretó la mujer, fue que el hombre quería decir que ella estaba mal de la cabeza o loca. Trabajé en la psicologia clínica durante 4 años, y he de confesar que de todas las personas que traté como psicólogo, no llegaría ni a un 1% las personas que comúnmente se diría que estaban mal de la cabeza.

Me sigue resultando extraño y sorprendente, que la imagen del psicólogo se asocie a un profesional que sólo recibe a personas "locas". Cuando la gran mayoría son personas normales, que tienen problemas, y que quieren ayuda. Es decir, como tú y como yo en algún momento de nuestra vida.

Saludos,
Raúl.

miércoles, 4 de julio de 2012

El tiempo invertido en aprender se convierte en oro.

Recuerdo cuando entró el primer PC en mi casa. Y recuerdo lo primero que hice. Fue una auténtica inversión. Un aprendizaje que posteriormente me ha ayudado, y que ahora mismo me ayuda: Aprendí mecanografía. Fue el primer uso que le di al PC.

Teclado de Apple
Lo que hice fue conseguir un pequeño programa de mecanografía, que después de un aprendizaje básico, ibas cogiendo velocidad gracias a los juegos que incluía. Esos juegos eran los típicos de palabras que van cayendo por la pantalla, y que tienes que escribir correctamente antes de que lleguen hasta abajo. Lo dicho, juegos sencillos, pero muy retadores y útiles.

Todo el tiempo que invertí en ese aprendizaje se ha convertido en oro puro con el tiempo. Y es aprender nunca ocupa lugar.

Saludos,
Raúl.
P.D: fue una pena que no practicara lo suficiente los números. Ahora siempre los tengo que mirar para escribirlos. Lo dicho, una pena...

miércoles, 27 de junio de 2012

La aptitud sin esfuerzo no es nada.

Cuando cursaba 3º de EGB aprendí a tocar la flauta dulce en el colegio. Creo que es una experiencia que todos (los de mi generación) hemos tenido.


Flauta Dulce

He de reconocer que la música siempre me ha gustado, y estoy convencido de que una de las razones fue tener buen oído musical cuando era pequeño. En clase, no necesitaba leer el pentagrama. Simplemente con escuchar la melodía, en un par de intentos ya la tocaba en la flauta sin problemas. Así de sencillo me resultaba.

Ese curso no me esforcé en aprender a leer música, a reconocer las notas en el pentagrama, a coger soltura con el tempo, los símbolos... no era necesario. Las consecuencias llegaron más tarde: me estanqué en mi aprendizaje musical.

Y es que aunque poseas unas aptitudes magníficas para algo, si no te esfuerzas y no trabajas, al final tu rendimiento será peor que otra persona con menos aptitudes pero con mayor capacidad de esfuerzo, de trabajo y de sacrificio.

Saludos,
Raúl.

sábado, 16 de junio de 2012

Condicionamiento clásico y los Dire Straits.

Estaba estudiando 4º de carrera de Psicología cuando dejé de fumar. Por coincidencias del destino, mientras estudiaba los experimentos de Pavlov sobre condicionamiento clásico, yo mismo lo sufría en mis propias carnes de la siguiente manera:

La casa de mis padres estaba en un décimo segundo piso a las afueras de la ciudad, lo que permitía tener una vista envidiable de toda la ciudad. Uno de mis pequeños placeres era, en verano, fumar asomado a la ventana de mi habitación, con la luz apagada, escuchando a los Dire Straits.

Cuando dejé de fumar, tuve que dejar de escuchar música de noche en la habitación. Me entraban unas ganas tremendas de coger un cigarro. Había condicionado una situación, en principio neutra, (escuchar música de noche en la habitación), a las sensaciones físicas que producía la nicotina. Igual que los perros de Pavlov.

Saludos,
Raúl.

P.D1: Tratando de tranquilizar a las personas que me han enviado numerosos mensajes de preocupación, he de confesar que actualmente la situación está totalmente descondicionada, y escucho a los Dire Straits con total normalidad.

P.D2: Ahora uno de mis pequeños placeres es conducir de noche por la autovía escuchando "Romeo and Juliet" de los Dire Straits de su concierto "Alchemy". Eso sí que no tiene precio...



martes, 5 de junio de 2012

Lo complicado de valorar las consecuencias: el dedo meñique de mi mano izquierda.

Esto ocurrió cuando era muy pequeño, quizá cuando tenía 3 ó 4 años. Volvíamos de un viaje familiar, y al bajar del coche, mi hermano mayor descubrió unas piedras colocadas en hilera. Eran de un tamaño bastante grande, así que anduvo sobre la hilera de piedras haciendo equilibrios y saltó unos cristales rotos que había al finalizar la fila de piedras. Yo, ni corto ni perezoso, traté de imitar a mi hermano. Así que caminé por encima de las piedras, pero al finalizar éstas, no salté los cristales, sino que salté en los cristales. Puse las manos, y me corté en la mano izquierda.

Este suceso fue el que provocó que desde entonces no pueda doblar el dedo meñique de la mano izquierda, y que tenga una cicatriz considerable en la mano. El corte seccionó los tendones de tres de los dedos de mi mano izquierda (corazón, anular y meñique), y fue imposible coser el del dedo meñique, ya que se retrajo rápidamente.

- "Bueno, es el dedo meñique... es la mano izquierda..." me decía la gente tratando de restarle importancia a lo sucedido.

Y la verdad es que no poder doblar el dedo meñique de la mano izquierda, no ha sido una barrera en mi vida. Pero de lo que nadie se dio cuenta en ese momento, fue de una consecuencia que si no me gustase la música ni siquiera yo me hubiera dado cuenta jamás. Y es la complicación de tocar un instrumento musical (guitarra, teclado, flauta...) sin poder doblar el dedo meñique de la mano izquierda.

Y es que en ocasiones es muy complicado prever las consecuencias de ciertos hechos o comportamientos, aunque sean tan pequeños como el dedo meñique de la mano izquierda.

Saludos,
Raúl.

martes, 22 de mayo de 2012

La literalidad de la comunicación.

He de reconocer que en mi juventud tuve una etapa de estudiante rebelde. Comenzó en 2º de EGB y me duró hasta 3º de BUP. Más o menos de los 7 a los 17 años.

En 4º de EGB, tuve algunos rifirrafes con mi profesora (que era una santa), y que llegaron a su culmen un día que ya desesperada, me espetó:
- ¡Raúl, coge la puerta y vete fuera de clase! ¡Al pasillo!

Me levanté de la silla y me dirigí directo a la puerta. Un grito de la profesora evitó que sacara la puerta de sus goznes, que ya tenía bien agarrada.

Constantemente utilizamos frases hechas sin darnos cuenta. Y una reacción literal de los demás a nuestra comunicación nos dejaría estupefactos. Como muestra un botón:

Dos personas se cruzan por la calle, le dice una a otra:
- Perdona, ¿tienes hora?
El otro responde:
- Sí.
Y continúa andando.

Saludos,
Raúl.


domingo, 13 de mayo de 2012

Los valores en la empresa.

Hay hechos que ocurren en la vida de una persona que pueden hacer cambiar su trayectoria. Profesionalmente, tuve un punto de inflexión hace años. Fue un hecho, uno solo... quizá para otra persona no hubiera tenido ningún significado, pero para mí lo tuvo.

Ese hecho se produjo en una reunión de trabajo hace bastantes años. En esa reunión estábamos mi jefe, una compañera y yo. Mi jefe en un momento de la reunión, comenzó a echar en cara a mi compañera, de muy malas maneras, ciertos comportamientos y actitudes de ella. Tanto tiempo duró la bronca, y tan desagradable fue, que mi compañera rompió a llorar.

En ese momento supe que mis días en esa empresa, estaban contados. Yo no quería trabajar en una empresa en la que se faltara al respeto a las personas. Unos meses después dejaba la empresa.

Actualmente, se puede encontrar en cualquier empresa, colgado de la pared un documento en el que se recoge la misión, visión y valores de la organización. El papel lo aguanta todo. Pero los hechos, las evidencias, los comportamientos de las personas, son la prueba real de los valores que tiene una organización. Actualmente, muchas empresas se jactan de que uno de los valores más importantes (sino el más importante) son las personas. Pero muchas veces los comportamientos van por otro lado. Y son precisamente las personas que tienen puestos de responsabilidad en las empresas, los que deben ser ejemplo permanente de esto.

Y es que independientemente de que se tenga razón o no, el respeto y las formas es algo que un jefe nunca puede llegar a perder con su equipo. Jamás.

Saludos,
Raúl.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Yo, becario honorífico del departamento de Psicología.

"Todo es bueno para el convento", y más todavía cuando se trata de aprender, porque uno nunca sabe ni dónde ni cómo sonará la flauta. Me explico.

Durante cuarto de carrera de Psicología, formé parte del departamento de Psicología de la universidad de Valladolid como Becario Honorífico. Esto significaba que era un gran honor ser becario, y por lo tanto no cobrabas un duro. Pero tampoco me importaba, ya que yo lo interpretaba como una inversión de futuro. Pues bien, ¿cuál fue el motivo por el que me nombraron Becario Honorífico? ¿Mis calificaciones? No. Fue mis conocimientos de informática.

Si no recuerdo mal, el primer PC entró en mi casa cuando yo estaba estudiando segundo o tercero de carrera. Lo primero que hice, fue cogerme un manual de Windows 95 (sí, hace ya años), y empollármele. Después pasé al de Word, y también al de Excel. Con el de Access no pude.

Después me pasé a internet. Yo era de los que se conectaba, gracias a la tarifa por tiempo de Telefónica, con aquel módem antiguo... ¡qué tiempos en los que no había banda ancha! ¡Y esas tarifas! Me conectaba a partir de las 00:00 porque era más barato, ya que me lo pagaba de mi bolsillo... Y ese ruido de conexión, tan solo comparable al de la grabación de las cintas de cassette en el ZX Spectrum... Sí, efectivamente, en aquel tiempo no había aún redes sociales (que parece que han estado ahí toda la vida), ¡ni si siquiera el feisbuk! En aquellos tiempos, lo raro era tener email.

Bueno, pues como iba diciendo, gracias a lo que había aprendido, sobre todo, de internet, del uso del correo electrónico y sobre páginas web, pude hacerme un sitio en el departamento. Mi labor fue ayudar al profesorado del departamento a manejarse con las nuevas tecnologías, configurar PCs y arreglar desaguisados informáticos de todo tipo. Y es que, como decía al principio, en cuestión de conocimiento... "todo es bueno para el convento".

Qué tiempos aquellos...

Saludos,
Raúl.

martes, 24 de abril de 2012

Lenguaje no verbal internacional.

Uno de los proyectos europeos de mi anterior trabajo, me llevó a Atenas. Allí debía impartir un curso de "Formación de Formadores" a unos diez agentes de viajes rumanos... Ya veis, cosas que tiene la vida...

Pues bien, el curso duró un día, 6 horas, y al finalizar éste pregunté a una de las personas que componía la "delegación" rumana y que era gerente de una consultora de RR.HH. rumana (Cristia Maksutovici), qué le había parecido la formación. Ella me contestó que le había parecido muy bien, muy completa y la sesión había resultado muy participativa.

Pero también me dio un consejo: "La próxima vez que hables delante de rumanos, no te metas las manos en los bolsillos del pantalón. Para nosotros es una falta de respeto."

Así que ya sabéis, si habláis delante de rumanos, cuidad vuestro lenguaje no verbal. Y es que el lenguaje no verbal tiene muchas particularidades internacionales.

Saludos,
Raúl.

viernes, 20 de abril de 2012

La comunicación interna.

Mi primera lección sobre comunicación interna, la recibí en la primera empresa donde trabajé. Y de esto hace ya muchos años, pero aún me sigue haciendo muchísima gracia.

En aquel trabajo, yo disponía de despacho propio, donde trabajaba con mi ordenador con conexión a internet. Recuerdo que en mi segundo día de trabajo, me acerqué a una compañera y le dije: "A partir de ahora, para comunicarnos, utilizaremos el email". Mi razonamiento era obvio: barato, rápido, novedoso y tecnológico. He de reconocer avergonzado que su puesto de trabajo y mi despacho estaban a una distancia de 6 ó 7 metros. Evidentemente la propuesta no prosperó, y nunca nos comunicamos por email.

Pasados los meses, un día recordando anécdotas pasadas ocurridas en la oficina, salió a colación esta anécdota que acabo de relatar. Entonces me enteré de que estuvieron dos semanas riéndose a mi costa en la oficina, por la ocurrencia que había tenido.

Recuerdo que mi compañera Marta me dijo: "¡Pero cómo no nos íbamos a partir de la risa, si aquí cuando tenemos que decir algo a alguien pegamos un grito y ya está!". (Y he de reconocer que así era).

Y es que, evidentemente, en la comunicación interna el establecimiento de canales de comunicación no siempre ayuda, y donde esté la comunicación cara a cara, que se quite todo lo demás.

Saludos,
Raúl.

domingo, 15 de abril de 2012

Mi trauma infantil.

¿Recuerdas cuál fue tu primer fracaso? ¿Tu primer error consciente? ¿A qué edad fue? Yo recuerdo perfectamente el mío. Ocurrió cuando tenía 3 años.

Mis padres me llevaron a realizar las pruebas para entrar en el colegio. Recuerdo perfectamente el aula donde me hicieron las pruebas, el color de la mesa, el tipo de silla en el que me senté...

La prueba donde "metí la pata", fue en una lámina de vocabulario que trataba sobre el campo. La prueba consistía en lo siguiente: la profesora iba señalando diferentes dibujos y yo tenía que decir qué representaban. El nombre del dibujo.

Así fui nombrando todos los dibujos, hasta que llegué a uno que no pude decir. No es que no supiera lo que era, lo sabía perfectamente. Pero no me salía la palabra. Yo era consciente de que me estaba jugando entrar en ese colegio. Y me acuerdo perfectamente de que lo pasé mal. No me salía la palabra, y conocía perfectamente qué era eso que representaba el dibujo. Pero la palabra no me salió.

Al final no tuvo la menor importancia, ya que entré en el colegio. Pero cuando salí del aula donde hacían las pruebas, estaba enfadado conmigo, por ese primer fracaso. Cuando llegué a casa me acordé de la maldita palabra. Pero ya era demasiado tarde.

Me parece increíble que siga estando este episodio de mi vida tan fresco en mi memoria, después de tantos años. Se ve que me estoy haciendo mayor... Mejor dicho, qué persistente es la memoria emocional. ¡Que tampoco estoy tan mayor!

Saludos,
Raúl.
P.D: El dibujo representaba un tractor.

viernes, 6 de abril de 2012

Cómo descubrí lo que significa "hacer gestiones".

En la vida uno va descubriendo palabras que no sabe muy bien lo que significan, y que por eso no se atreve a utilizarlas en demasía. Hasta que le explican o descubre su significado, lo cual en ocasiones no resulta sencillo. Lo que me pasó, por ejemplo, con el término "política". Un día le pregunté a mi padre qué significaba, y no logró liberarme de mis dudas. (Al igual que cuando le pregunté sobre la palabra "economía")

Pero recuerdo con gran satisfacción el día que descubrí, simplemente mediante la observación, qué significaba la expresión "hacer gestiones".

En uno de mis trabajos anteriores, todas las mañanas, sobre las once y media, una persona salía de la oficina diciendo "Me voy a hacer unas gestiones". Yo no sabía lo que era eso, hasta que un día observé que volvía con el periódico, y una barra de pan bajo el brazo.

A partir de ese día, descubrí que yo llevaba haciendo gestiones un montón de tiempo todos los sábados y domingos por la mañana. Y yo sin saberlo...

Saludos,
Raúl.

viernes, 30 de marzo de 2012

En el mundo hay gente buena II

La primera vez que pude comprobar que en el mundo hay gente buena, cursaba segundo de preescolar en el colegio de la señorita Tinita. Bueno, en realidad el colegio no se llamaba así, pero era el sobrenombre por el que se conocía. Estaba situado cerca de la plaza de los Vadillos, en Valladolid.

En aquel entonces yo no era excesivamente travieso, aunque la armaba de vez en cuando. Pero un día se me ocurrió la extraña idea de esconderme detrás de una columna que había justo en mitad del aula, en el centro de ésta, minutos antes de la finalización de las clases.

Una vez que todos mis compañeros salieron del colegio hacia sus casas para ir a comer, salí yo de mi escondite, y me encontré con la directora y una profesora que a punto estaban de salir por la puerta. Me preguntaron qué hacía allí, y yo les contesté que me había escondido detrás de la columna. La directora me dijo entonces que por no haber salido con los demás niños, me tenía que quedar en el colegio encerrado hasta la tarde (después explicaron que ésto no lo dijeron en serio). Y yo como era muy bien mandado me di la vuelta y volví a mi clase con total naturalidad.

Creyendo ellas que había salido por la puerta, cerraron el colegio y se marcharon. A los pocos minutos ya me aburría como una ostra, así que me decidí a abrir la ventana y asomarme. Como la clase daba a una especie de patio interior, en ese momento varios niños jugaban antes de subir a comer  a sus casas. Entonces una niña que me vio asomado por la ventana del colegio, se acercó y me preguntó qué hacía dentro del colegio encerrado, y yo pasé a relatarle lo sucedido.

Apiadándose de mí me preguntó si tenía hambre. Yo por supuesto le contesté que sí. Así que ni corta ni perezosa, marchó corriendo a su casa para bajar casi inmediatamente con un bocadillo de chorizo. No me había zampado ni la mitad de éste, cuando apareció la directora con mis padres, afectados todos de una sincera preocupación. Cuando me pidieron explicaciones por mi comportamiento, me limité a decir que simplemente había obedecido a lo que me habían dicho. Nada más.

Esa fue la primera vez en mi vida, en la que alguien totalmente desconocido hizo algo por mí sin esperar nada a cambio. He de reconocer que ese bocadillo de chorizo me supo a gloria.

El único detalle negativo del día, fue que al llegar a casa ya mis hermanos se habían comido todas las fresas con nata que había de postre ese día. Y es que uno tiene que estar espabilado cuando tiene cinco hermanos...

Saludos, Raúl.

martes, 27 de marzo de 2012

Mi práctica de 2 principios del GTD esenciales.

No soy un experto del GTD (Getting Things Done), ni siquiera un practicante riguroso del sistema, pero utilizo dos principios del GTD que para mí son esenciales en nuestro objetivo de aumentar nuestra productividad. Además, pienso que son fáciles de llevar a la práctica. No voy a realizar un desarrollo formal del GTD, ni siquiera de estos dos principios, ya que considero que hay suficiente información en internet para el que quiera ampliar la información. Simplemente los transmito con mis palabras, y cómo los llevo a la práctica personalmente:

1- El primero, es apuntar lo que tienes que hacer, inmediatamente después de ser consciente de ello. Para conseguir esto, es de vital importancia tener a mano permanentemente algo para recogerlo.

En mi caso utilizo la aplicación "Recordatorios" del iPhone. En los casos en los que estoy delante del Mac, entonces utilizo los recordatorios de la aplicación "iCal". Esto tiene la ventaja de que gracias a iCloud, se sincronizan automáticamente en ambos dispositivos. Y también en el iPad. En ocasiones, me cuesta apuntar la cantidad de cosas que me vienen a la cabeza que me gustaría hacer, las que tengo que hacer, esas no las perdono.

El objetivo de esto es doble: por un lado no olvidar cosas que tienes que hacer, y por otro, no gastar energía tratando de recordar permanentemente las tareas a realizar

2- El segundo, es la regla de "los 2 minutos": se trata de que cualquier tarea que vaya a llevar menos de 2 minutos en realizarla, hazla inmediatamente. El razonamiento es sencillo: tardarás más tiempo en apuntarla que en hacerla, así que hazla sin apuntarla. Los dos minutos, evidentemente, es un tiempo aproximado.

En mi caso, la puesta en práctica de este principio, ha supuesto un cambio enorme en mi productividad.

Saludos,
Raúl.
P.D: para aquellos que ven una pega llevar a la práctica el primer principio, porque están realizando una tarea mientras son conscientes de otra que tienen que hacer. Ay, ay, ay... eso es porque no estás suficientemente concentrado en lo que estás haciendo...

sábado, 24 de marzo de 2012

Lo que aprendí en la UNED.

Estudié la carrera de Psicología en la UNED. Sí, tuve que explicar a mis amigos del colegio que estudiar Psicología "a distancia" no era lo mismo que estudiar en CCC. Lo dicho, estudié Psicología en la Universidad Nacional de Educación a Distancia, y además de aprender mucho sobre Psicología, aprendí algo más que me ha ayudado mucho en mi vida profesional.

Con el tiempo, logré explicar de manera sencilla qué era estudiar en la UNED : te matriculas en unas asignaturas, te dan una guía donde te dicen qué libros tienes que estudiar para cada una de ellas, y la fecha del examen. Y ya está. Fundamentalmente eso era estudiar en la UNED en los tiempos en los que yo lo hice.

Uno se puede imaginar que, a priori, para un chaval de 18 años estudiar en la UNED era el paraíso: sin horarios, sin tenerte que levantar para ir a clase, sin que nadie te marque el ritmo de estudio, sin profesores... hasta que van acercándose los exámenes.

Empecé a coger un hábito personal de horarios y de estudio que mantuve durante los 5 años de carrera: levantarme a la misma hora, horarios de estudio por la mañana y por la tarde, etc. Mi récord de estudio en un solo día lo establecí en 11 horas y media, récord que repetía varios días seguidos en la época de exámenes.

En definitiva, durante los 5 años de carrera aprendí algo que no se puede aprender en los libros: la exigencia, el esfuerzo, la perseverancia... pero no por presiones externas, sino por la propio convencimiento. Estos hábitos fueron lo más importante que aprendí gracias a la UNED.

Saludos,
Raúl.

domingo, 18 de marzo de 2012

En el mundo hay gente buena I

Los que me conocen saben perfectamente que mi concepto sobre el ser humano no es especialmente bueno. Creo firmemente que las personas somos puñeteras por naturaleza. Y ejemplos los hay a montones.

Pero hoy empezaré una serie de anécdotas que me han sucedido, que demuestran que existen personas que hacen el bien sin esperar nada a cambio. Y yo, en varias ocasiones, me he beneficiado de ello. Éstas son experiencias que por nada del mundo me gustaría olvidar jamás.

Esta primera anécdota transcurre en un tren que sale de Frankfurt (Alemania).

En un trabajo anterior fui el coordinador de relaciones internacionales de una empresa del sector educativo universitario. Lo que me llevó a realizar varios viajes por Europa. El primero de ellos fue a Austria, más concretamente a Kitzbuhel, en los Alpes austriacos, precioso lugar.

Mi plan de viaje era salir de Valladolid en el autobús de las 2:45 de la madrugada hacia Madrid, sobre las 7 de la mañana volar hacia Frankfurt, ver Frankfurt unas horas y después coger un tren hacia Kitzbuhel, donde llegaría por la noche.

En Frankfurt estaba tan cansado de la paliza del día, que decidí coger el primer tren que saliera para Kitzbuhel, mi urgencia me llevó a coger un billete que me obligaba a realizar tres transbordos para llegar a mi destino.

Ya en el tren me di cuenta de mi equivocación, todas las estaciones alemanas me parecía que se llamaban igual, y no tenía ni idea de dónde me tenía que bajar para coger el siguen tren. Después de unos 20 minutos de viaje, pasó el revisor, y hablé con él, pero no fui capaz siquiera de que me entendiera cuando le dije dónde iba. (La razón era que yo pronunciaba "Kitzbuhel" convirtiendo la "h" en "j" "kitzbujel", pero su pronunciación era más bien "kitzbul").

Me sentía solo, abandonado y terriblemente cansado (tanto que creo que no era del todo consciente de lo desesperada de mi situación). El revisor se acababa de marchar después de mis infructuosos intentos de explicar a dónde me dirigía, cuando dos filas de asientos más allá, se levantó lentamente un hombre mayor, que se acercó y me dijo con un marcado y extraño acento: "¿español?". Inmediatamente se me iluminó la cara.

El hombre iba con su mujer a Kitzbuhel, tenían que hacer el mismo recorrido que yo, así que fuimos juntos todo el viaje (que, evidentemente, era mucho más complicado de lo que yo había imaginado). Me contaron que hablaban un poco de español porque veraneaban todos los años en el sur de nuestro país (no recuerdo exactamente dónde), y que vivían en Suiza. Y que todos los años iban también por esas fechas (finales de enero) a esquiar a Kitzbuhel. Y la casualidad o el destino nos hizo coincidir ese día en ese tren. Y lo que pudo ser un viaje de ida a "quién sabe dónde" y con un retorno improbable, se convirtió en un agradable viaje conversando con una pareja entrañable de unos 70 años. Cuando nos separamos en nuestro destino les di las gracias unas tres mil veces, lo que me siguen pareciendo pocas...

Saludos,
Raúl.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Objetivos y competencias. Mi primera experiencia.

Un gran número de las empresas que realizan evaluación del desempeño, combinan una evaluación de objetivos con una evaluación de competencias.

Mi primera experiencia con objetivos y competencias la tuve mientras estudiaba en el colegio. Mientras que yo estaba empeñado en aprobar los exámenes, mi padre se empeñaba en que estudiara todos los días.

Por lo tanto, yo estaba preocupado por lograr el objetivo (la nota, la calificación...), mientras que a mi padre le preocupaba más el nivel de mi competencia observable (el estudio de la asignatura) La razón de este empeño por parte de mi padre residía en su convencimiento (por otra parte absolutamente cierto), de que si estudiaba todos los días (mi nivel en la competencia de estudio era elevado), terminaría sacando buenas notas (cumpliría con los objetivos).

Esto es lo mismo que trato de explicar actualmente cuando ayudo a las personas a poner en marcha un sistema de evaluación del desempeño en sus empresas: un buen nivel en las competencias, te llevará antes o después a conseguir los objetivos marcados.

Saludos,
Raúl.

lunes, 12 de marzo de 2012

Gestión del tiempo: regla 2.

Hace ya algún tiempo, cuando vine a vivir a mi actual casa, decidí cuidarla y mimarla como si fuera mía (aún siendo del banco gracias a la hipoteca).

Decidí, por lo tanto, dedicarme los sábados por la mañana a limpiarla concienzudamente. El reparto de tareas familiar me llevó a pasar la mopa, y limpiar el polvo. Negocié bien, ya que las otras dos opciones eran limpiar los baños y fregar.

Al mes ya estaba literalmente aburrido de limpiar la casa, ya que me llevaba toda la mañana del sábado. Y entonces decidí poner en práctica la segunda regla de la gestión del tiempo: limitar el tiempo de las tareas.

Por lo tanto, cada sábado, antes de ponerme a limpiar, decidía cuánto tiempo iba a estar limpiando. De esta forma he llegado, actualmente, a emplear entre 30 y 45 minutos.

Y es que si no somos rigurosos acotando el tiempo que le dedicamos a una tarea, esa actividad se expandirá hasta llenar todo el tiempo del que dispongamos. Si nos acotamos el tiempo, seremos más conscientes del tiempo que utilizamos en cada actividad y más exigentes con nosotros mismos.

Saludos,
Raúl.
P.D: aquí la regla nº1 de la gestión del tiempo.

domingo, 11 de marzo de 2012

Gestión del tiempo: regla 1.

No nos gestionamos el tiempo, sino las tareas que realizamos en el tiempo del que disponemos.

Saludos,
Raúl.

martes, 6 de marzo de 2012

Visteme despacio...

Uno de los casos que más rápido se resolvieron durante mi trabajo como psicólogo clínico, fue el de un problema de lectura de un niño de 7 años.

En una primera entrevista con los padres me contaron que su hijo había comenzado a leer bien, pero que en ese año, había empezado a cometer numerosos errores en la lectura.

Cuando estuve con el chico constaté que leía atropelladamente, se equivocaba al leer ciertas palabras, y sobre todo, pude observar su estado de tensión y nerviosismo.

En la tercera sesión, y última, di instrucciones a los padres para que dejaran de apremiar al chaval para que leyera bien. Y les indiqué que tenían que animarle a que leyera despacio, y que valoraran no su calidad lectora, sino su lentitud en la lectura. A las dos semanas, me llamaron los padres para informarme de que el chico ya no cometía equivocaciones al leer.

Y es que cada cosa lleva su tiempo, y en ocasiones tratar de violentar la natural cadencia de las cosas puede llevar a consecuencias indeseadas.

Saludos,
Raúl.

domingo, 22 de enero de 2012

Reuniones: el truco de la carpeta.

Aprovechando que acabo de leer el artículo sobre reuniones que aparece en elmundo.es (aquí, recomiendo leer los comentarios, son mucho más interesantes que el artículo). Comentaré un truco muy bueno, que me contó un participante en un curso, y que cuento cuando doy formación sobre gestión de reuniones. Es el llamado "Truco de la Carpeta".

El Truco de la Carpeta es recomendado para:
las personas que suelen tener habitualmente reuniones
las personas que tienen reuniones de vez en cuando
las personas que tienen reuniones de "aquí te pillo, aquí te mato"
las personas que trabajan en empresas que padecen la enfermedad de la "reunionitis"
las personas que tiene jefes que les encanta reunirse
las personas que se olvidan que tienen reuniones
las personas que no tienen tiempo de prepararse las reuniones que tienen
las personas que...
Es decir, creo que es recomendable para todo el mundo.

El Truco de la Carpeta consiste, en tener siempre en un sitio accesible de tu puesto de trabajo, una carpeta con una pegatina en la portada que ponga "Reunión", con varios folios dentro. Se aconseja que varios folios unos cuantos estén escritos y otros no.

De esta forma cuando te avisen por teléfono de que llegas tarde a esa reunión que te habías olvidado que tenías, y por supuesto no te habías preparado, en la que va a estar tu jefe porque le encantan las reuniones, y que es la enésima reunión que tienes en esa semana... te levantas raudo, coges la carpeta y te vas a la reunión. De esta forma, dará la impresión de que te has preparado la reunión concienzudamente, y que has llegado tarde no porque se te haya olvidado, sino porque estabas ocupado en ciertas gestiones muy importantes.

Saludos,
Raúl.
P.D: Ojo, no olvidar el bolígrafo.

jueves, 12 de enero de 2012

Hablar en público: mi primera lección aprendida.

La experiencia es un grado. Y lo que aprendes, porque lo vives (o lo sufres en tus propias carnes), difícilmente lo olvidas. Eso fue lo que me pasó cuando rondaba los 12 años de edad.

En aquella época, en mi colegio, todos los años debíamos realizar una disertación o conferencia sobre un tema libre, delante de toda la clase. La disertación debía durar unos 15 minutos, y después había que contestar a las preguntas que te hacía el profesor, y también tus propios compañeros.


Pues bien, yo como tema para ese año, decidí hablar sobre la Teoría de la Relatividad de Einstein. Me pasé 15 minutos hablando sobre cuestiones que no comprendía, pero me sirvió para aprender varias cosas. Entre las cosas que aprendí, haré referencia a dos:

1- Nunca hables de algo que no controles. En el turno de preguntas, un compañero (malintencionado, evidentemente), me preguntó: "Entonces, según Einstein ¿es posible viajar en el tiempo?". No supe qué responder.

2- lo segundo que apredí, fue que al comenzar cualquier disertación o conferencia, es bueno empezar con un "boom" (una frase hecha, un dato sorprendente, una pregunta retórica...), para atraer la atención de los oyentes. Mi "boom" en esa disertación aún lo recuerdo porque era muy bueno: "¿quién aprende más el estudiante del maestro, o el maestro del estudiante?"? Pura relatividad.

Saludos,
Raúl.