viernes, 30 de marzo de 2012

En el mundo hay gente buena II

La primera vez que pude comprobar que en el mundo hay gente buena, cursaba segundo de preescolar en el colegio de la señorita Tinita. Bueno, en realidad el colegio no se llamaba así, pero era el sobrenombre por el que se conocía. Estaba situado cerca de la plaza de los Vadillos, en Valladolid.

En aquel entonces yo no era excesivamente travieso, aunque la armaba de vez en cuando. Pero un día se me ocurrió la extraña idea de esconderme detrás de una columna que había justo en mitad del aula, en el centro de ésta, minutos antes de la finalización de las clases.

Una vez que todos mis compañeros salieron del colegio hacia sus casas para ir a comer, salí yo de mi escondite, y me encontré con la directora y una profesora que a punto estaban de salir por la puerta. Me preguntaron qué hacía allí, y yo les contesté que me había escondido detrás de la columna. La directora me dijo entonces que por no haber salido con los demás niños, me tenía que quedar en el colegio encerrado hasta la tarde (después explicaron que ésto no lo dijeron en serio). Y yo como era muy bien mandado me di la vuelta y volví a mi clase con total naturalidad.

Creyendo ellas que había salido por la puerta, cerraron el colegio y se marcharon. A los pocos minutos ya me aburría como una ostra, así que me decidí a abrir la ventana y asomarme. Como la clase daba a una especie de patio interior, en ese momento varios niños jugaban antes de subir a comer  a sus casas. Entonces una niña que me vio asomado por la ventana del colegio, se acercó y me preguntó qué hacía dentro del colegio encerrado, y yo pasé a relatarle lo sucedido.

Apiadándose de mí me preguntó si tenía hambre. Yo por supuesto le contesté que sí. Así que ni corta ni perezosa, marchó corriendo a su casa para bajar casi inmediatamente con un bocadillo de chorizo. No me había zampado ni la mitad de éste, cuando apareció la directora con mis padres, afectados todos de una sincera preocupación. Cuando me pidieron explicaciones por mi comportamiento, me limité a decir que simplemente había obedecido a lo que me habían dicho. Nada más.

Esa fue la primera vez en mi vida, en la que alguien totalmente desconocido hizo algo por mí sin esperar nada a cambio. He de reconocer que ese bocadillo de chorizo me supo a gloria.

El único detalle negativo del día, fue que al llegar a casa ya mis hermanos se habían comido todas las fresas con nata que había de postre ese día. Y es que uno tiene que estar espabilado cuando tiene cinco hermanos...

Saludos, Raúl.

martes, 27 de marzo de 2012

Mi práctica de 2 principios del GTD esenciales.

No soy un experto del GTD (Getting Things Done), ni siquiera un practicante riguroso del sistema, pero utilizo dos principios del GTD que para mí son esenciales en nuestro objetivo de aumentar nuestra productividad. Además, pienso que son fáciles de llevar a la práctica. No voy a realizar un desarrollo formal del GTD, ni siquiera de estos dos principios, ya que considero que hay suficiente información en internet para el que quiera ampliar la información. Simplemente los transmito con mis palabras, y cómo los llevo a la práctica personalmente:

1- El primero, es apuntar lo que tienes que hacer, inmediatamente después de ser consciente de ello. Para conseguir esto, es de vital importancia tener a mano permanentemente algo para recogerlo.

En mi caso utilizo la aplicación "Recordatorios" del iPhone. En los casos en los que estoy delante del Mac, entonces utilizo los recordatorios de la aplicación "iCal". Esto tiene la ventaja de que gracias a iCloud, se sincronizan automáticamente en ambos dispositivos. Y también en el iPad. En ocasiones, me cuesta apuntar la cantidad de cosas que me vienen a la cabeza que me gustaría hacer, las que tengo que hacer, esas no las perdono.

El objetivo de esto es doble: por un lado no olvidar cosas que tienes que hacer, y por otro, no gastar energía tratando de recordar permanentemente las tareas a realizar

2- El segundo, es la regla de "los 2 minutos": se trata de que cualquier tarea que vaya a llevar menos de 2 minutos en realizarla, hazla inmediatamente. El razonamiento es sencillo: tardarás más tiempo en apuntarla que en hacerla, así que hazla sin apuntarla. Los dos minutos, evidentemente, es un tiempo aproximado.

En mi caso, la puesta en práctica de este principio, ha supuesto un cambio enorme en mi productividad.

Saludos,
Raúl.
P.D: para aquellos que ven una pega llevar a la práctica el primer principio, porque están realizando una tarea mientras son conscientes de otra que tienen que hacer. Ay, ay, ay... eso es porque no estás suficientemente concentrado en lo que estás haciendo...

sábado, 24 de marzo de 2012

Lo que aprendí en la UNED.

Estudié la carrera de Psicología en la UNED. Sí, tuve que explicar a mis amigos del colegio que estudiar Psicología "a distancia" no era lo mismo que estudiar en CCC. Lo dicho, estudié Psicología en la Universidad Nacional de Educación a Distancia, y además de aprender mucho sobre Psicología, aprendí algo más que me ha ayudado mucho en mi vida profesional.

Con el tiempo, logré explicar de manera sencilla qué era estudiar en la UNED : te matriculas en unas asignaturas, te dan una guía donde te dicen qué libros tienes que estudiar para cada una de ellas, y la fecha del examen. Y ya está. Fundamentalmente eso era estudiar en la UNED en los tiempos en los que yo lo hice.

Uno se puede imaginar que, a priori, para un chaval de 18 años estudiar en la UNED era el paraíso: sin horarios, sin tenerte que levantar para ir a clase, sin que nadie te marque el ritmo de estudio, sin profesores... hasta que van acercándose los exámenes.

Empecé a coger un hábito personal de horarios y de estudio que mantuve durante los 5 años de carrera: levantarme a la misma hora, horarios de estudio por la mañana y por la tarde, etc. Mi récord de estudio en un solo día lo establecí en 11 horas y media, récord que repetía varios días seguidos en la época de exámenes.

En definitiva, durante los 5 años de carrera aprendí algo que no se puede aprender en los libros: la exigencia, el esfuerzo, la perseverancia... pero no por presiones externas, sino por la propio convencimiento. Estos hábitos fueron lo más importante que aprendí gracias a la UNED.

Saludos,
Raúl.

domingo, 18 de marzo de 2012

En el mundo hay gente buena I

Los que me conocen saben perfectamente que mi concepto sobre el ser humano no es especialmente bueno. Creo firmemente que las personas somos puñeteras por naturaleza. Y ejemplos los hay a montones.

Pero hoy empezaré una serie de anécdotas que me han sucedido, que demuestran que existen personas que hacen el bien sin esperar nada a cambio. Y yo, en varias ocasiones, me he beneficiado de ello. Éstas son experiencias que por nada del mundo me gustaría olvidar jamás.

Esta primera anécdota transcurre en un tren que sale de Frankfurt (Alemania).

En un trabajo anterior fui el coordinador de relaciones internacionales de una empresa del sector educativo universitario. Lo que me llevó a realizar varios viajes por Europa. El primero de ellos fue a Austria, más concretamente a Kitzbuhel, en los Alpes austriacos, precioso lugar.

Mi plan de viaje era salir de Valladolid en el autobús de las 2:45 de la madrugada hacia Madrid, sobre las 7 de la mañana volar hacia Frankfurt, ver Frankfurt unas horas y después coger un tren hacia Kitzbuhel, donde llegaría por la noche.

En Frankfurt estaba tan cansado de la paliza del día, que decidí coger el primer tren que saliera para Kitzbuhel, mi urgencia me llevó a coger un billete que me obligaba a realizar tres transbordos para llegar a mi destino.

Ya en el tren me di cuenta de mi equivocación, todas las estaciones alemanas me parecía que se llamaban igual, y no tenía ni idea de dónde me tenía que bajar para coger el siguen tren. Después de unos 20 minutos de viaje, pasó el revisor, y hablé con él, pero no fui capaz siquiera de que me entendiera cuando le dije dónde iba. (La razón era que yo pronunciaba "Kitzbuhel" convirtiendo la "h" en "j" "kitzbujel", pero su pronunciación era más bien "kitzbul").

Me sentía solo, abandonado y terriblemente cansado (tanto que creo que no era del todo consciente de lo desesperada de mi situación). El revisor se acababa de marchar después de mis infructuosos intentos de explicar a dónde me dirigía, cuando dos filas de asientos más allá, se levantó lentamente un hombre mayor, que se acercó y me dijo con un marcado y extraño acento: "¿español?". Inmediatamente se me iluminó la cara.

El hombre iba con su mujer a Kitzbuhel, tenían que hacer el mismo recorrido que yo, así que fuimos juntos todo el viaje (que, evidentemente, era mucho más complicado de lo que yo había imaginado). Me contaron que hablaban un poco de español porque veraneaban todos los años en el sur de nuestro país (no recuerdo exactamente dónde), y que vivían en Suiza. Y que todos los años iban también por esas fechas (finales de enero) a esquiar a Kitzbuhel. Y la casualidad o el destino nos hizo coincidir ese día en ese tren. Y lo que pudo ser un viaje de ida a "quién sabe dónde" y con un retorno improbable, se convirtió en un agradable viaje conversando con una pareja entrañable de unos 70 años. Cuando nos separamos en nuestro destino les di las gracias unas tres mil veces, lo que me siguen pareciendo pocas...

Saludos,
Raúl.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Objetivos y competencias. Mi primera experiencia.

Un gran número de las empresas que realizan evaluación del desempeño, combinan una evaluación de objetivos con una evaluación de competencias.

Mi primera experiencia con objetivos y competencias la tuve mientras estudiaba en el colegio. Mientras que yo estaba empeñado en aprobar los exámenes, mi padre se empeñaba en que estudiara todos los días.

Por lo tanto, yo estaba preocupado por lograr el objetivo (la nota, la calificación...), mientras que a mi padre le preocupaba más el nivel de mi competencia observable (el estudio de la asignatura) La razón de este empeño por parte de mi padre residía en su convencimiento (por otra parte absolutamente cierto), de que si estudiaba todos los días (mi nivel en la competencia de estudio era elevado), terminaría sacando buenas notas (cumpliría con los objetivos).

Esto es lo mismo que trato de explicar actualmente cuando ayudo a las personas a poner en marcha un sistema de evaluación del desempeño en sus empresas: un buen nivel en las competencias, te llevará antes o después a conseguir los objetivos marcados.

Saludos,
Raúl.

lunes, 12 de marzo de 2012

Gestión del tiempo: regla 2.

Hace ya algún tiempo, cuando vine a vivir a mi actual casa, decidí cuidarla y mimarla como si fuera mía (aún siendo del banco gracias a la hipoteca).

Decidí, por lo tanto, dedicarme los sábados por la mañana a limpiarla concienzudamente. El reparto de tareas familiar me llevó a pasar la mopa, y limpiar el polvo. Negocié bien, ya que las otras dos opciones eran limpiar los baños y fregar.

Al mes ya estaba literalmente aburrido de limpiar la casa, ya que me llevaba toda la mañana del sábado. Y entonces decidí poner en práctica la segunda regla de la gestión del tiempo: limitar el tiempo de las tareas.

Por lo tanto, cada sábado, antes de ponerme a limpiar, decidía cuánto tiempo iba a estar limpiando. De esta forma he llegado, actualmente, a emplear entre 30 y 45 minutos.

Y es que si no somos rigurosos acotando el tiempo que le dedicamos a una tarea, esa actividad se expandirá hasta llenar todo el tiempo del que dispongamos. Si nos acotamos el tiempo, seremos más conscientes del tiempo que utilizamos en cada actividad y más exigentes con nosotros mismos.

Saludos,
Raúl.
P.D: aquí la regla nº1 de la gestión del tiempo.

domingo, 11 de marzo de 2012

Gestión del tiempo: regla 1.

No nos gestionamos el tiempo, sino las tareas que realizamos en el tiempo del que disponemos.

Saludos,
Raúl.

martes, 6 de marzo de 2012

Visteme despacio...

Uno de los casos que más rápido se resolvieron durante mi trabajo como psicólogo clínico, fue el de un problema de lectura de un niño de 7 años.

En una primera entrevista con los padres me contaron que su hijo había comenzado a leer bien, pero que en ese año, había empezado a cometer numerosos errores en la lectura.

Cuando estuve con el chico constaté que leía atropelladamente, se equivocaba al leer ciertas palabras, y sobre todo, pude observar su estado de tensión y nerviosismo.

En la tercera sesión, y última, di instrucciones a los padres para que dejaran de apremiar al chaval para que leyera bien. Y les indiqué que tenían que animarle a que leyera despacio, y que valoraran no su calidad lectora, sino su lentitud en la lectura. A las dos semanas, me llamaron los padres para informarme de que el chico ya no cometía equivocaciones al leer.

Y es que cada cosa lleva su tiempo, y en ocasiones tratar de violentar la natural cadencia de las cosas puede llevar a consecuencias indeseadas.

Saludos,
Raúl.