En mi segundo trabajo, recuerdo que la etiqueta marcaba ir con americana y corbata, y así era como me encaminaba al trabajo todos los días en el autobús urbano.
Uno de esos días, volvía en autobús a casa, cuando subieron en una de las paradas una madre y su hijo. Éste debía tener aproximadamente unos 12 años y tres meses, más o menos (nunca he sido bueno calculando edades). Ambos se sentaron justamente en los asientos que estaban delante de mí. Nada más sentarse, el niño se dio la vuelta, agarró fuertemente la parte superior del respaldo con ambas manos, y se quedó mirándome fijamente durante un buen rato. Yo me limitaba a sonreír, pero al cabo de varios minutos me empecé a sentir un tanto violento (es increíble lo que un niño de 12 años puede llegar a imponer...), y dije sonriendo algo como: "hola chavalín".
Inmediatamente se le pusieron al niño los ojos como platos durante un instante, y seguidamente susurró:
- Usted es un señor importante, ¿verdad?
He de admitir, que me satisfizo notablemente que por fin alguien, con sólo mirarme, pudiera reconocer la valía que había dentro de mí. Además, recordé que los niños siempre dicen la verdad. Queriendo regocijarme en mi satisfacción, le interrogué con una modestia ciertamente falsa:
- Pero... ¿Por qué dices eso?
Y el niño, levantando lentamente la mano, y alargando el dedo índice, me señaló y dijo:
- Porque lleva corbata.
Saludos,
Raúl.
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