De jovencito jugaba al balonmano. Sí, lo sé, no es un deporte de grandes masas como el fútbol. Ni un deporte de pequeñas masas como el baloncesto. Simplemente es balonmano. Y me gusta.
Recuerdo un partido en el que terminamos el tiempo reglamentario empatados. Pero con la suerte de que en el último segundo, el árbitro pitó un penalti a nuestro favor. Yo era el encargado de tirar los penaltis del equipo, así que allí me dirigí: al punto de penalti.
He de reconocer que me temblaban las piernas, nunca me había puesto nervioso en un penalti. Pero ése era diferente. Lo tiré fatal. El penalti que peor he tirado de mi vida. Lo tiré sin pensar. Fuerte. Con los ojos cerrados porque no lo quería ni ver.
Metí el penalti y ganamos el partido. Yo me alegré, evidentemente. Pero tenía un sabor agridulce. Después me di cuenta de que nunca me había preparado para un penalti así, aunque había tirado muchos penaltis antes que ése.
Y es que la preparación es la clave del éxito, si no te preparas para lo que pueda venir, un día te pillará de improviso. Y entonces, quizá tengas suerte y metas el penalti. O quizás no.
Saludos,
Raúl.
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