domingo, 25 de noviembre de 2012

Las excepciones que se convierten en exigencias por los demás.

Recuerdo que en mi primer trabajo por cuenta ajena, mi jefe acostumbró a llamarme por teléfono al despacho todos los días a las 15:15. He de reconocer que algo de culpa de tan extraño hábito tuve yo.

Coincidió el desarrollo de su costumbre con una etapa de mucho trabajo para mí, por lo que me quedaba a comer en el despacho. Así que cada vez que me llamaba a las 15:15, yo estaba comiéndome uno de esos deliciosos sandwiches de máquina (lo de delicioso, como se puede presuponer es un decir), y cogía el teléfono. Si no me hubiera quedado a comer, nunca le hubiera cogido el teléfono a las 15:15.



Pero lo curioso sucedió cuando después de varias protestas estomacales producidas por los "deliciosos" sandwiches y los "estupendos" cafés de máquina, decidí un día irme a mi casa a comer. Al volver al despacho en el horario de tarde (que empezaba a las 16:00), mi jefe me llamó contrariado. La razón de su molestia era que me había llamado a las 15:15 y no estaba en el despacho. A lo que respondí que me había ido a comer a casa.

Moraleja: lo que para nosotros pueden ser excepciones en nuestra forma de actuar, si persistimos lo suficiente, lo que para nosotros seguirá siendo una excepción para otros será "normal". Y pasará a ser exigido como la manera adecuada de actuar.

Saludos,
Raúl.

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